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martes, 2 de octubre de 2018

EL BAILE DEL ASCENSOR


Es uno de los viajes que muchos de nosotros hacemos con más frecuencia al día. Y, sin embargo, cuando lo hacemos, no podemos evitar experimentar una cierta sensación de ansiedad.
Se trata nada más y nada menos que del viaje en ascensor, un recorrido que a pesar de durar unos pocos segundos nos suele resultar ligeramente incómodo.
"Casi todos nos encerramos en nosotros mismos. Entramos, presionamos el botón y nos quedamos perfectamente quietos", le explicó a la BBC Lee Gray, investigador de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos.
Tal es el interés que despierta en Gray el estudio y análisis de esta actividad que la gente lo llama "el hombre del ascensor".
"El elevador se convierte en un espacio interesante, en donde las normas de comportamiento se vuelven extrañas", explica. "Son ámbitos socialmente curiosos a la vez que muy raros".
Las conversaciones que comenzaron en el hall tienden a extinguirse rápidamente en la densa atmósfera del ascensor. Por lo general entramos y nos damos vuelta para ponernos de frente a la puerta.
Si alguien más entra, puede que tengamos que movernos. Y aquí es donde los pasajeros comienzan a hacer -sin pensarlo- una seguidilla de movimientos semejantes a los pasos de un baile preestablecido.

El baile del ascensor



Al igual que en los puntos en los dados, la gente tiende a pararse en un lugar específico.
Cuando estamos solos podemos hacer lo que queremos: la pequeña caja es toda nuestra.
Si hay dos personas, cada uno se ubica en una esquina. Pararse en diagonal, es la forma de crear la mayor distancia posible.
Cuando entra una tercera persona, de forma inconsciente formamos un triángulo. Y, cuando se incorpora una cuarta persona, cada uno se para en una esquina. En caso de que ingrese una quinta, la desafortunada siempre se tiene que situar en ese incómodo centro del ascensor.
A partir de aquí, la cuestión se complica. Las personas que ingresen en ese momento deberán medir la situación apenas se abran las puertas y tomar una decisión inmediata. Una vez dentro, el protocolo para la mayoría es simple: mirar hacia abajo, o al teléfono.
Pero ¿por qué nos comportamos de forma tan extraña en esta caja que sube y baja?
Por lo general, cuando nos juntamos con otra gente, dejamos entre persona y persona una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores, por eso nos encontramos en una situación muy inusualBabette Renneberg, psicóloga clínica de la Universidad Libre de Berlín
"Uno no tiene espacio suficiente", le dice a la BBC Babette Renneberg, psicóloga clínica de la Universidad Libre de Berlín, en Alemania.
"Por lo general, cuando nos juntamos con otra gente, dejamos entre persona y persona una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores, por eso nos encontramos en una situación muy inusual. Es poco natural".
En un espacio tan pequeño y encerrado se vuelve vital, dice, actuar en una forma que no pueda ser interpretada como amenazadora, rara o ambigua. La manera más fácil de lograrlo es evitando el contacto visual.


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