Que verdad es que el hombre es un animal de costumbre y que no necesita ni mucho tiempo para acostumbrarse, basta una semana para habituarnos a cualquier cosa; de hecho, dicen los psicólogos que el periodo de adaptación a un cambio de entorno es de siete u ocho días; debe ser por eso que el mínimo en el que fijo mis vacaciones es de una quincena, ampliable por supuesto a treinta días, o a todo un año si me lo permitiese mi economía, aunque ya no sería un periodo vacacional, sería eso que llaman "año sabático", que aún no he tenido el gusto de experimentar. Volviendo al tema, actuamos de forma tan mecánica, corriendo más deprisa a veces que las manillas de un reloj que no me extraña ese grado de insatisfacción que sufre la mayoría -o sufrimos- por no ser capaz de adaptarnos al encarcelamiento psicológico al que estamos sometidos, a la tiranía del adoctrinamiento social al que nos vemos expuestos desde el inicio de nuestra existencia, cuando ya nos asignan un color determinado según el sexo con el que venimos a este mundo, que después se puede o no corresponder con el que sienta cada uno. Ese es el primer paradigma de condicionamiento social al que nos vemos sometidos la gran mayoría y tal vez el menos dañino.
Cambiamos de actividad como se cambia un Cd; de actividad programada me refiero, esa que realizamos automáticamente y que no nos produce ni un mínimo de sobresalto; esa que podríamos hacer hasta con los ojos cerrados, tan automática que por eso a veces metemos el taper de comida en la alacena y el detergente en el frigorífico.
Y que ocurre cuando decides parar, cuando te permites romper la cadena de producción, cuando te quedas inmóvil en el andén mientras el tren huye a toda velocidad, sin culpa, sin temor, sin reproches... solo porque tú conscientemente has tomado la decisión de hacer un alto y respirar ¿sabes que pasa?
Exactamente nada, o mejor dicho, lo mismo que si hubieses decidido continuar, porque todo seguirá ahí mañana
y
pasado mañana y el mes que viene; solo tú eres el que te mueves.
........
Esta reflexión tiene muchos años, fue escrita en una época de mi vida donde todo era un hervidero de ideas que no sabía muy bien como colocar. Intentaba descifrar con palabras lo que pasaba por mi mente y por mi vida. Ahora, que lo he vuelto a leer con el paso del tiempo, me doy cuenta que para escribir lo primero que tiene uno que tener claro son las ideas, y para tener clara las ideas, lo único que hay que hacer es aquietar la mente.
Es curioso como una puede ver a través de sus escritos, como han cambiado las circunstancias, y sobretodo, como han cambiado las personas.
Me ha hecho gracia esta reflexión y la comparto, con este pequeño comentario, porque sin duda, se aprende, viviendo.
Anyma.
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