El estrés es uno de los factores decisivos que afectan a nuestra salud
y, a la vez, es uno de los más escurridizos y difíciles de manejar:
muchas veces nos viene impuesto por condiciones fuera de nuestro control
y a cada persona le afecta de forma diferente.
Esto hace difícil determinar exactamente cuáles son los efectos
del estrés sobre nuestro cuerpo. Haría falta seguir de cerca a un gran
grupo de gente. medir su evolución física y sus niveles de estrés
durante un largo periodo de tiempo y descartar que cualquier cambio en
el primer factor esté causado por otros motivos.
En 1967 comenzó en Reino Unido un estudio científico masivo
que trató de analizar precisamente eso: cómo las condiciones sociales,
entre ellas el estrés, afectaba a la salud y el bienestar de la gente.
Se llamó el estudio Whitehall, y para llevarlo a cabo se reclutó a 18.000 funcionarios, todos hombres, a los que se hizo un seguimiento durante 10 años.
Una segunda fase, llamada Whitehall II se llevó a cabo de 1985 a
1988, y en ella se analizó a 10.308 funcionarios, de los cuales dos
tercios eran hombres y los demás eran mujeres. Ahora, un estudio ha analizado datos de 2.000 de esos voluntarios para extraer conclusiones sobre cómo el estrés afecta a nuestro cuerpo.
El estrés y el tipo de obesidad
Se midió el índice de masa corporal, la relación
entre el ancho de cadera y el ancho de cintura y la altura de los
voluntarios en tres momentos distintos a lo largo de 10 años, así como
el ratio de variabilidad cardíaca (los cambios con el tiempo del intervalo entre latido y latido, asociados a la respuesta fisiológica al estrés) y los niveles de estrés psicológico.
Según estas observaciones a lo largo del tiempo, el estrés
psicológico está asociado con un mayor riesgo de desarrollar obesidad
con un especial ensanchamiento de la cintura. Es lo que se llama obesidad androide o de manzana, en contraposición a la obesidad ginoide o de pera, en la que el aumento de volumen se concentra especialmente en las caderas y los muslos.
A su vez, un alto nivel de estrés combinada con una baja variabilidad cardíaca está asociado a mayor riesgo de desarrollar obesidad de tipo corpulento generalizado.
Esto, concluyen los autores del estudio, sugiere que los niveles de estrés que padecemos en nuestra vida sirven para predecir nuestros cambios corporales, hasta el punto de qué tipo de obesidad tenemos más riesgo de desarrollar.
El estudio Whitehall
El primer estudio Whitehall tenía el objetivo de estudiar los ratios de mortalidad según los estratos sociales en un grupo de hombres de entre 20 y 64 años, y se eligió a los voluntarios dentro del cuerpo de funcionarios británicos
con la intención de evitar los problemas que suponía establecer grupos
dentro de la población general. Por ejemplo, que dentro de cada estrato,
los sujetos se dedicasen a distintos oficios e industrias y eso
afectase a su salud.
El cuerpo de funcionarios era, por tanto, una buena población de la
que extraer una muestra: los estratos laborales estaban bien definidos
pero los entornos de trabajo era, en general, los mismos.
Las conclusiones demostraron una gran diferencia en cuanto a la
esperanza de vida según las diferentes clases sociales representadas: los funcionarios de menor rango (mensajeros, conserjes) presentaban unos índices de mortalidad hasta tres veces mayor
que los que se encontraban en la cima de la jerarquía funcionarial, y
que las diferencias aumentaban en la misma proporción que la distancia
entre los dos grupos comparados.
El síndrome del estatus
En general, un estatus más bajo estaba asociado a una mayor obesidad,
tabaquismo, menos tiempo libre y menos actividad física como ocio, más
enfermedades de base y mayor riesgo de hipertensión, estos factores solo
suponían un 40% de esa diferencia, probaron los científicos.
El resto tenía que deberse a otros motivos. Los autores propusieron que uno de ellos podía ser las diferencias en el control y el apoyo en el trabajo. Además, se asoció la presión sanguínea con el estrés laboral,
incluyendo en este el no aprovechamiento de las habilidades personales,
la tensión y la falta de claridad en las tareas asignadas.
A partir del estudio Whitefall se definió el llamado síndrome del estatus:
la idea de que, en las sociedades desarrolladas, no existen dos
categorías de salud y bienestar (peor para los pobres, buena para todos
los demás), sino que existe una escala progresiva que indica que a mayor estatus, mejor salud y esperanza de vida, causada por una serie de factores sociales, dentro de los cuales el estrés juega un papel protagonista.
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