Sobre
la mesa, reposaba un cenicero colmado de sucias colillas de tabaco
rubio, un vaso medio vac de vino, una vieja libreta ... y yo, con la
mirada perdida y absorta. En mis manos, otro cigarrillo más y un
bolígrafo inquieto pero en calma. Había bebido, sí, había bebido
para olvidar, para no sentir dolor o quizás para sentirlo pues en el
fluir de ese maná es donde se percibe lo verdaderamente íntimo.
De
repente, un movimiento fugaz llamó mi atención y desvió mis
dormidas pupilas hacia el blanco de la pared. Ya no estaba sola,
aquella mosca, vagaba por doquier y me mareaba mucho más de lo que
podía haberlo hecho el vino, me hizo reir y pensé: Ya somos dos.
Esta mosca que parece tan confusa como yo, tampoco sabe que camino
seguir y se posa aquí y allá, tan ágil, que es capaz de tomar
dos direcciones a la vez. Esta mosca, tan pequea y tan veloz, que se
puede burlar de algo tan grande como mi cuerpo. Es curioso, con lo
que alguien puede llegar a divagar:
Con
una simple mosca.
Anyma
No hay comentarios:
Publicar un comentario