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martes, 21 de agosto de 2018

PASANDO PÁGINA


Pude recomponer el paisaje que anidaba en su memoria y que me transmitió con una especial añoranza, a pesar de haberme dicho que no era nostalgia de aquél lugar lo que sentía.
Cómo puede sentir nostalgia alguien que no mira hacia atrás, a su pasado, a sus vivencias. Imagino que fue feliz en esa casa, no sé si más que ahora o menos, o de igual forma. Nos acostumbramos y desacostumbramos tan bien a las rutinas, a las personas, a las cosas... la fuerza de la costumbre es inmensa hasta en estados de carencia y auténtica penuria, ni que decir cuando disfrutamos de una situación más que desahogada. Nos acomodamos y vamos pasando página, páginas de un libro que lleva nuestro nombre en cada esquina. Miramos al frente y seguimos con la intención de agotar hasta la última línea, manuscritos de experiencias, sentimientos, momentos, sueños, ilusiones y tachones de desencantos, desilusiones, carencias y otros símiles difíciles de digerir. Y vamos viviendo y olvidando. Viviendo hoy el presente que ayer era futuro y olvidando el hoy que mañana será el pasado. Sin embargo, no me creo que no sintiera un poco de añoranza cuando me describió aquella casa.

Tenía jardín con árboles, enredaderas y algunas plantas que te iban diciendo en qué época estábamos. Chimenea en invierno, el aroma de la mimosa amarilla en febrero, los ramilletes morados de la glicinia con sus abejorros en Semana Santa. Los árboles, se cubrían de hojas y el césped, volvía a crecer en marzo, el morado de la jacaranda en mayo, la caída de las hojas de la acacia, el riego del césped con el calor, la piscina, abejas, el cambio de las hojas de la cica, el perfume de los jazmines... La naturaleza viva mostrando su evolución y sus cambios”.

Anyma

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