DESDE
EL PALACIO DE PILAS
Desde mi cama
veía la muralla. El levante nos había dejado la calma pesada de la
canícula más ardiente. Alma levantina que aún no había probado la
sal. Observaba el Palacio de Pilas e imaginaba cuántas sombras se
vieron proyectadas en sus piedras a través del tiempo desde la época
de los Guzmanes. Cuántos ojos habrían divisado el mismo horizonte
enladrillado.
El mar,
agitado, en su rutinaria resaca aún estaba esperándome con ese
murmullo de olas que van y vienen, que vienen y se van, llevándose en
cada gota de sal un poco de nosotros, de lo que le queramos dar.
Así, una vez
más, purificada, volví a mirar a la muralla; esta vez con otros
ojos, más serenos, claros y limpios pero también más distantes y
tristes porque cuando el levante desaparece y te sumerges en sus
aguas, la visión que te ofrece tu retina es infinita.
Anyma
.
Palacio de Pilas. Zahara de los Atunes
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