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lunes, 6 de agosto de 2018


DESDE EL PALACIO DE PILAS


Desde mi cama veía la muralla. El levante nos había dejado la calma pesada de la canícula más ardiente. Alma levantina que aún no había probado la sal. Observaba el Palacio de Pilas e imaginaba cuántas sombras se vieron proyectadas en sus piedras a través del tiempo desde la época de los Guzmanes. Cuántos ojos habrían divisado el mismo horizonte enladrillado.
El mar, agitado, en su rutinaria resaca aún estaba esperándome con ese murmullo de olas que van y vienen, que vienen y se van, llevándose en cada gota de sal un poco de nosotros, de lo que le queramos dar.
Así, una vez más, purificada, volví a mirar a la muralla; esta vez con otros ojos, más serenos, claros y limpios pero también más distantes y tristes porque cuando el levante desaparece y te sumerges en sus aguas, la visión que te ofrece tu retina es infinita. 

Anyma


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Palacio de Pilas. Zahara de los Atunes

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