La Navidad es una época especial, no importa el credo que profeses o la edad en que la disfrutes. Todos esperamos con ilusión un regalo, porque la Navidad nos recuerda el regalo de amor más grande y desinteresado que nadie nunca recibió. Es una época de reconciliación y amor, es tiempo de dar y darse, pero también de fiesta y espiritualidad a partes iguales.
Cada quien celebra las fiestas de una manera única y, por más que quiera hacer “algo diferente”, termina repitiendo los mismos patrones de la abuela, porque es la forma más bonita de honrarla y su recuerdo trae la más sincera sonrisa a nuestro rostro.
Pero al margen de la comida, la fiesta y la bebida a veces descontrolada, la Navidad es un tiempo de preparación para el corazón. Hay que abrirlo, dejar salir, dejar entrar, encontrando nuevos espacios para los recuerdos y el amor que nunca cesa de recibirse cuando se da sin tregua.
Sí, el corazón hay que prepararlo para dejar salir rencillas y malquerencias que a veces se mantienen por años y destruyen familias enteras. El perdón es el más valioso de los regalos que uno mismo puede hacerse. Cura docenas de enfermedades que se manifiestan de forma física y que el rencor incuba. ¡Perdona y sana, date ese regalo!
Permite a tu corazón dejar entrar nuevas sensaciones; abrirse al amor, a nuevos amigos, a nuevas aventuras. No hay que tirarse en paracaídas para sentir adrenalina en la sangre, basta con dejarse ir con sinceridad y disfrutar el presente conscientemente. Saber que cada momento es único e irrepetible y que somos responsables de cómo queremos vivirlo y recordarlo.
El corazón no es solo de los músculos más trabajadores de nuestro cuerpo, también es el que más se expande. ¡Cuántos recuerdos, risas, lágrimas, amores y desamores es capaz de almacenar! ¡Cuánta gente que ya no está vive en cada latido! No se rompe por más que lo intenten y aunque parezca que a veces tiene miedo, es osado, espontáneo y feliz... como un niño en Navidad.
Te propongo una idea. Permite que tu corazón lata a un nuevo ritmo. Date la oportunidad de volver a hacer cosas que antes disfrutabas y extiende tus manos al necesitado. La solidaridad tiene manos largas y una cara bondadosa. Atrévete, sal y lleva el amor del niño Jesús allá donde se ha perdido toda esperanza, comparte con aquellos que solo pueden devolverte una sonrisa. Los asilos están llenos de personas que esperan con ansias alguien con quien hablar sobre tiempos mejores; los hogares de acogida están llenos de niños que extienden sus brazos para una caricia. Las calles están llenas de gente que hace tiempo no se llevan una ración caliente a la boca.
Procura que tu Navidad sea diferente. Atrévete a hacerla diferente para los demás. Llévala en el corazón y compártela. Verás que adquiere un nuevo significado... el verdadero.
diariolibre.com
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