APRENDIENDO A VIAJAR LIGERAS DE EQUIPAJE
Últimamente las compañías low cost nos están enseñando a viajar “ligeros de equipaje”.
Cuando yo era una jovencita no podía prescindir de mi
maletón y mi beauty case súper completo.
Ahora lo
encuentro ridículo, la verdad. Dicen que con la edad nos aferramos mucho
a nuestras
cosas y nos resulta difícil viajar sin ellas. Esa regla no cuenta para
mí. El verano pasado, por ejemplo, varias familias fuimos a Sicilia por
dos semanas,
volando a un coste impensable en otros tiempos
Cada uno de nosotros
llevaba sólo una pequeña maleta de cabina en la que nos cupo de todo:
toallas de
playa, ropa de verano, bañadores, protección solar, guías de viaje…
¡hasta botas y un plumífero para subir al Etna! En toda la estancia no
echamos nada a
faltar; solo teníamos que poner de vez en cuando una lavadora y listo.
¡Qué maravilla, volver a casa habiendo utilizado todo lo que habíamos
metido en la
maleta!
Claro que a veces, cuando viajo, echo de menos mi almohada casi
plana o mi jamoncito de jabugo.
Pero precisamente ahí es donde reside la
gran
enseñanza de viajar: en salir de tu “zona de confort” y sentir que
puedes disfrutar en cualquier lugar del mundo, casi, casi con lo puesto.
Eso sí, hay cosas sin las que no viajo: mi antihistamínico, un repelente de insectos, protección solar, unas chanclas para poder ducharme donde
quiera sin temor a hongos, un traje de baño (soy de las que no se pierden un chapuzón) y, desde luego,mi cepillo eléctrico.
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