No eres el único que planea tu vida

Viene al caso por las recientes inundaciones en Sant Llorenç (Mallorca) que han cosechado muerte y desolación y que invitan a la reflexión. No hacerlo y cambiar de canal hacia el First Dates o el Teletienda resulta frívolo, infantil y dice bien poco de eso que se llama conciencia.
Es cierto que veíamos como el huracán Michael asolaba Florida, como un tsunami en Indonesia se llevaba mas de dos mil vidas, un terremoto en Hokkaido (Japón) dejaba tres millones de viviendas sin luz y trescientos muertos, el atentado del maratón de Boston en 2013 dejo un rastro de casi trescientos heridos … Todos estos desastres (naturales o de la mano del hombre) los veíamos desde el sofá como quien ve Odisea o National Geographic. Los veíamos perplejos, con seria atención pero sin la angustia propia de la preocupación que llama a las puertas. Cosa de la distancia.
Sin embargo el caso de las inundaciones de Mallorca nos acerca el suceso y las víctimas porque lo que mas nos impacta subliminalmente es la coincidencia de la proximidad de su situación con la nuestra.

Unos circulaban con su vehículo y una mano invisible les ha empujado calle abajo en un torrente del que no se sabía su origen ni cuando se pararía. Otros estaban en sus casas almorzando y no llegaron a la digestión. Los más huían de la calle, corrían a los pisos superiores, se agarraban a árboles o postes con desesperación. Nadie pensaba que eso podía suceder. Ni en sus peores pesadillas.
Dando un salto temporal y circunstancial enorme hacia el pasado me recordó la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. en que una mezcla hirviente de lava, fango y ceniza inundó calles y viviendas de Pompeya y Herculano, sorprendiendo a sus habitantes y sepultándoles en poses instantáneas. Una lección de la historia sobre el peso del azar, la fuerza de la naturaleza, la brevedad de la vida y como no, sobre la importancia de las cosas. La importancia del presente y la necesidad de sembrar calidez para que los que nos sobrevivan cosechen un buen recuerdo nuestro.

En fin, valga esta reflexión para insistir una vez más en que la hoja de ruta de nuestra vida es un mero anteproyecto sujeto a las fuerzas de eso que unos llaman destino y otros, buena o mala suerte según lo que toque. No se trata de caer en la agonía de un frenético carpe diem sino sencillamente en valorar más el corto plazo y lo inmediato así como las cosas pequeñas. Sentirse vivos, el lujo de ver gratis el sol y el cielo o un paisaje natural, el dulce espejismo de unas vacaciones próximas, tener una familia que cuenta con nosotros, algunos amigos que se acuerdan de si existimos o incluso poder pagarnos pequeños y baratos caprichos con solo desenfundar la cartera, pero sobre todo, no debemos olvidar el valioso regalo de poder decidir por nosotros mismos lo que hacemos con nuestro tiempo y nuestras vidas (libertad de la que han carecido infinidad de nuestros predecesores). Como expuse en su día, ni anclado en el pasado ni suspirando por el futuro.

Genial
ResponderEliminarDe nuevo los sunami pues sintiéndolo mucho bla bla bla nos
ResponderEliminarLucas