Nunca es tarde para cambiar el rumbo de la vida
Hoy hemos despedido con un almuerzo a una compañera de trabajo. Calidez y emoción a raudales. Se traslada desde Coruña a Madrid, otra ciudad lejana y distinta. Atrás quedan catorce años de trabajo intelectual, artesano y útil, con compañeros que tiraban del mismo carro. Y cafés de media mañana, comidas de efemérides y conversaciones de pasillo. Y películas y museos y paseos por parques. Y como no, experiencias buenas y malas, sorpresas y decepciones, anécdotas y acontecimientos, o sea, la ensalada habitual de vivencias en que se convierte nuestra vida. Y digo ensalada porque lo mas seguro de la mayor parte de las vidas es la mezcla de desorden, incertidumbre e improvisación para afrontar un sinfín de problemas menores, mientras los grandes sueños aguardan como lo que son: aletargados.
Mi amiga tiene trabajo estable, elegancia y salud “en libertad vigilada”. Una vivienda propia, unos lugares favoritos, unas zonas de refugio y los días con sus noches que se van acumulando como anillos a los árboles. Y posiblemente horas de soledad y melancolía que se acrecienta cuando la ciudad tiene vida propia y no parece necesitarla.
Hay personas que se ven forzadas a grandes cambios en la vida por enfermedad, necesidad laboral o para atender a quien les necesita en otro lugar. No tiene mérito.
El mérito lo tiene quien mira por el retrovisor de la vida y ve exasperante rutina, y se atreve a dar un volantazo enérgico. Psicológicamente tenemos apego a lo familiar: nuestra casa, nuestro entorno físico, nuestros conocidos y nuestras tiendas o rutinas. Dan seguridad, y el miedo a lo desconocido nos suele mantener clavados al suelo.
Hace falta una reflexión serena y grandes dosis de valor. Es duro vencer el miedo al cambio, pero ayuda luchar por los sueños, por aventuras inolvidables, por la quimera de la plenitud espiritual, por exprimir el zumo de cada día. Quedarse es viajar a ninguna parte. Quedarse es no asomarse al otro lado del espejo, y renunciar a otros mundos, gentes y experiencias.
Mi amiga ha dado un cambio de timón a su vida. Radical. Diríase que al torcer la esquina del siglo se ha dicho el “ahora o nunca”. Una aventura que ahora inicia con mas incertidumbre que ilusión, llevando la alforja de la espalda cargada de recuerdos y con la delantera llena de ilusiones, pero también de miedos. No caerá en la trampa de darle vueltas a la cabeza sobre si esta apuesta le saldrá mal, porque sabe que es una especulación inútil. Se repite para sus adentros que no hay mas problema que el que ofrece el presente, aunque el pasado se resiste a enterrarse y el futuro se niega a mostrarse luminoso. Pero sobre todo tiene claro que es dueña de su vida, que no es un potrillo que esté sujeto a las riendas de nadie y que ella es la única con derecho a reprocharle por sus errores.
Saldrá adelante, sobrevivirá al cambio y sonreirá mil veces complacida.
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