CENAS IMPROVISADAS, LAS MÁS DISFRUTADAS
Las que ya tenemos una edad hemos vivido una infancia llena de visitas
inesperadas. Solían ser familiares lejanos que llegaban a media tarde y
nos pillaban a todos desprevenidos.
Siempre me maravillaba cómo mi
madre, en un momento, organizaba un café o un té con sandwichitos y una
rica caja de galletas surtidas. ¡Qué alegría, merienda especial gracias a
la visita de unos primos segundos!
En el ocupado mundo de hoy, en el que todos cerramos agendas como si
fuéramos ministros, las visitas inesperadas cada vez se dan menos. Pero hay veces que alguien llega a saludarte sin previo aviso y muy cerca de la hora de cenar.
Hace poco me pasó algo parecido: cena de viernes en la que esperábamos
para cenar sólo a una pareja de amigos. Aparecieron a la hora acordada,
pero con dos parejas de amigos más y sus hijos adolescentes. Donde cenan cuatro cenan cinco, pero diez…
Decidí no alarmarme y pensar qué habría hecho mi madre. Mientras que
mi marido les servía un aperitivo en el salón (los frutos secos aplacan
mucho el hambre) yo, en la cocina, me puse a cocer huevos en una olla y
espaguetis en otra. Con los huevos duros hice una gran ensalada de lechuga, tomate, atún, maíz, aceitunas… y una exquisita vinagreta de hierbas que le dio el toque gourmet.
Con los espaguetis, nata, huevo batido y beicon, preparé una gran fuente de pasta carbonara.
Un toque de pimienta negra y cebolla frita por encima los hizo
inolvidables, especialmente para los voraces adolescentes. Los invitados
habían traído helado para todos, que yo complementé con fresas, plátano y kiwi en trocitos.
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