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viernes, 17 de agosto de 2018

LA MOCHILA

Un camino sin retorno, un camino que termina en el borde de un precipicio. Soy consciente que debo saltar y no me da miedo. Se que el salto es la única salvación, la liberación de todas mis ataduras. Llego hasta el final, y miro al abismo, puedo extender mis alas y volar, aterrizar en valles nuevos de los que ahora solo disfruto en la lejanía pero también sé que al hacerlo, al saltar al vacío, arrastraría a otros conmigo y se darían de bruces con el suelo. Por eso, detengo mis pasos y vuelvo a desandar el camino hasta que me encuentro en el mismo punto de partida, con la misma mochila, repleta en exceso, mucho más pesada que cuando partí la primera vez.
Cuando emprendo el camino me llamo esperanza,   y cuando regreso, ya no tengo nombre,  porque a veces soy reproche, otras sensatez y muchas, cobardía. Y volveré a donde la costumbre me busca cada noche, conforme, vacía, sin identidad. Taciturna que espera otro momento, otra oportunidad, otro salto en solitario con mejor fortuna, con más valentía, donde lo único que arrastre sea a mi misma. 

Anyma

3 comentarios:

  1. Me identifico plenamente, impresionante.
    Genial

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  2. Que sensibilidad que forma de escribir mas bonita felicidades

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  3. Conmovedor y me identifico también
    Carlos de Logroño

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