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viernes, 24 de agosto de 2018

EL DISCO DURO DE LA MEMORIA




Eran las cinco de la tarde de un caluroso día de agosto, de esos en los que el sol parece derretir toda imagen visible, desvirtuando el paisaje como si a través de un cristal tallado se observase. En la puerta de una casa, una algarabía rompía el silencio de aquella tarde donde las sombras alargadas de los árboles era lo único que se movía tímidamente por el pavimento, ardiente como una antorcha. Dos pequeñines chapoteaban en un gran barreño de latón que habían improvisado a modo de piscina, sofocando así el insoportable calor de aquella canícula.
Me detuve sonriente ante tal estampa, me había recordado momentos de mi infancia: aquel barreño, la casa del pueblo, mi abuela..., reminiscencias de la niñez que me devolvieron aromas inconfundibles. Imágenes de una época en blanco y negro grabadas en el disco duro de la memoria y que a través del pen drive de la nostalgia, rescataron en un instante esa sensación de felicidad, que no he conseguido alcanzar en ninguna otra época de mi vida.

Anyma

2 comentarios:

  1. Que verdad y que épocas aquellas

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  2. los barreños me encantaban y que bien sentaban esos baños y luego esa toalla con olor a tu casa y sentarte en las piernas de tu madre o abuela

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