Existen muchos mecanismos de defensa cuando te sientes vulnerable. Si no eres capaz de utilizar la lengua como espada contra tu adversario y defenderte, dominar el semblante es una forma de ponerte a salvo, de momento. Es una estrategia más o menos hábil, y en algunas ocasiones, la única posible ante el acoso y derribo.
Si conocemos nuestras limitaciones, si no queremos pelear o no tenemos armas para hacerlo, por lo menos, no le des información al contrario que le facilite la entrada a tu flanco más débil. No puedes permitirte exteriorizar las emociones ante aquél que se ha empeñado en hacerte daño a través de ellas, porque le estarás dando la mitad de la victoria.
Es complicado tener que batallar cuando por naturaleza uno no es guerrero, cuando uno es ante todo pacífico, pero eso no significa que te puedan pisotear y avasallar.
El guerrero insiste en la guerra porque acumula éxitos a través de sus batallas, y tiene que demostrar contínuamente su superioridad frente al otro, pero no se dá cuenta que pierde el tiempo ante quién no tiene intención de ganar batalla alguna.
No todo el que calla es porque está vencido. Hay una sutil diferencia entre los dos, entre guerrero y pacífico, y es la forma en la que su ego percibe las posibles derrotas.
Anyma
Lo mejor el final
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