Los orígenes del símbolo infinito.
Aunque las raíces místicas del signo infinito se remontan a las culturas tibetana e india, es más conocido por sus orígenes como una suma infinita en matemáticas. Proviene del latín infinitas, que significa “ilimitado”. El signo infinito, tal y como lo conocemos hoy en día, fue descubierto en 1655 por el matemático John Wallis. Wallis acuñó el término para que representara un número sin fin, que fuera infinito.
El infinito como representación de fuerza y amor eterno también se encuentra en la cruz celta, cuya forma inspirada en el signo infinito simboliza el amor espiritual. Por último, en la antigua cultura egipcia, el Uroboros muestra una serpiente mordiéndose la cola: es una representación de la relación entre el principio y el fin – uno no puede existir sin el otro, creándose así un círculo eterno.
Si se considera íntimamente la extraordinaria formación de este maravilloso signo, resalta a todas luces la continuidad de un mismo trazo, que cierra un doble circuito en el primer rasgo, mientras en el segundo sólo cierra uno, desviándose en el otro para proyectarse hacia afuera después de cortar el signo en el punto mismo de su cruzamiento central.
Uno cierra y el otro abre. Es, pues, esta llave la requerida para abrir todos las puertas
El símbolo del infinito es un ocho y lo trazas repetidamente cuantas veces quieras.
El símbolo tiene dos trabajos y virtudes que cuando empieza desde el centro del ocho, hacia la derecha por la parte de arriba, siguiendo el trazo, dando vuelta para dirigirte otra vez al punto de donde partiste y así seguir el trazo hacia el lado izquierdo, otra vez dando vuelta para dirigirte de nuevo al punto de partida, al hacer este movimiento repetidamente, con el dedo índice de tu mano, sentirás como si empujaras o arrojaras la energía hacia afuera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario