El impulso saca a la luz lo interior, lo expulsa fuera a borbotones, a veces de forma desafortunada pero siempre sincera; no inventa, no manipula porque es espontáneo y no tiene tiempo de preparativos ni preámbulos. El impulso no actúa en posesión de la verdad pero lo hace desde el corazón, o desde la impaciencia, o desde la vulnerabilidad, la indefensión, el miedo, o cualquiera de esas emociones que crean las situaciones confusas e inesperadas.
El impulso no medita, no conoce de estrategias, no acecha amenazante, no espera rencoroso, no entiende de oportunismos, no es premeditado ni persigue ningún fín; no es discreto ni mucho menos elegante; no te salvaguarda, más bien te expone, te deja en una posición vulnerable ante los demás y después te abandona a tu suerte.
El impulso nace en lo más hondo de tus entrañas, como un cosquilleo que araña las paredes de tu estómago y sube por tu pecho hasta que se apodera de tus sentidos y estalla, sale por tu boca y se adueña de tu persona.
Las personas que actúan por impulsos, son las que más errores cometen, porque actuan con vehemencia, con la intensidad del momento, con la furia de la emoción contenida y es ahí en ese expresar desesperado donde se vacían, a veces en un sinsentido que asusta.
Después viene el recuento -generalmente de pérdidas-, algunas, casi le costarán la vida.
Anyma.
Angeles deberias escribir un libro sobre reflexiones
ResponderEliminarse lo que digo tienes madera
Muchas gracias
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